viernes, 8 de julio de 2016

Desayuno en San Fermín

Es curioso cómo con los año uno cambia la manera de ver las cosas, ¿o es quizás que las cosas han cambiado con el paso del tiempo?.
Hago memoria de mi niñez y adolescencia, hace ya bastante tiempo, y me doy cuenta que en esencia la vida sigue igual, como cantaba Julio. Otras sin embargo me llegan de forma diferente, no sé si porque han cambiado o porque yo lo miro desde otro prisma; una de ellas es la fiesta de los toros y hoy especialmente la de San Fermín en Pamplona.
No he ido en mi vida a verla, y aunque me hubiera gustado ir alguna vez, ya no. Hoy he cambiado de idea.
Ayer por la noche, en las noticias, escuché cómo habían detenido a cinco hombres acusados de abusar de una chica en un portal. Las fuertes medidas de seguridad que se han desplegado para luchar contra este tema parece que no han podido evitar el episodio.
En la misma noticia se mostraban imágenes de cómo funciona el dispositivo de vigilancia durante el encierro. En las cámaras, que revisa constantemente la policía, se ve a infinidad de energúmenos saltándose las normas en todas sus formas y colores convirtiendo el encierro en algo muy peligroso para todos.
Y como colofón de mi sofoco, hoy he tenido la feliz idea de ver en mi casa con la fresquita de la mañana y mientras desayunaba el encierro en directo por TVE como cuando era chica y lo hacía con mi padre. Se me ha atragantado el desayuno. ¡ Es tan diferente a como yo lo recordaba ! …
Una gran masa de gente, incontable.
Los toros y cabestros, han salido tras el chupinazo y al poco tiempo de la carrera, un par de toros han quedado rezagados y totalmente desorientados. Los mozos giraban alrededor de uno intentando reconducirlo al camino que debía seguir, pero el pobre animal no sabía por dónde; el miedo se apoderó de él y comenzó a embestir a todo lo que se le ponía por delante. Era como un niño perdido en medio de una multitud, y no exagero. Se me hizo un nudo el corazón y el zumo se me atragantó literalemente, quise ayudar a tan noble animal y lo único que pude hacer es sentir vergüenza de pertencer a una raza de animales tan bestias y crueles que se divierten con la angustia de otro ser vivo.
Los animales matan para comer, nosotros matamos además para divertirnos.
Escucho en la radio el resumen de la carrera y después leo en la prensa cosas como ésta del diario El mundo:

“Los toros de Cebada Gago han provocado de nuevo el terror en las calles de Pamplona: una carrera totalmente rota, en la que varios toros se han dado la vuelta y han recorrido decenas de metros en sentido contrario, ha dejado al menos cinco heridos por asta de toro y muchísimos momentos de gran peligro.”

Los toros no han provocado nada, estaban tan rícamente viviendo en su finca de Medina Sidonia, sin meterse con nadie. El terror en las calles de Pamplona lo ha provocado la estupidez humana.
Perdónenme los pamplonicas. Soy una ignorante en vuestra fiesta, pero pienso que algo está mal en una fiesta en que cada día se mide la carrera por el balance de heridos y muertos.
Vuelvo a pedir perdón a los pamplonicas, a lo mejor algún día alguno podéis enseñarme esto con otros ojos, hasta el momento, lo que percibo es esto.

Gora San Fermín.
Agua de vida - Water of life